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Al sur de la Patria los Dioses jugaban al balón con esferas de piedra, con destreza y valentía.
El pueblo en las graderías acompañaba a los guerreros del sur para llegar al gol con sus himnos.
La voz del general era la misma que la del capitán Rodrigo Salomón cuando ordenaba la defensa manteniendo al equipo sureño despierto, mientras que su gente flameaba la bandera del Zeledón.
Pintados de celeste de cielo y azul de amor pelearon con lealtad cada batalla que se presentaba haciéndose grandes como su historia, como su gente, y como su corazón.
Por el campo de juego corre el balón y por las venas de cada guerrero corre sangre de campeón.
El sentimiento sureño se dibuja en cada rostro cuando el equipo entra al espectáculo para afrontar una nueva lucha de noventa minutos, con goles como frutos de generación en generación.
Si nuestro equipo jugara en el cielo, moriríamos por verlo una y otra vez hasta alcanzar los sueños que tenemos y que tanto esperamos que se cumplan.
El barco del Pérez Zeledón está con buen destino futbolístico respaldado por su capitán Salomón, un eslabón muy importante a la hora de transmitir sus conocimientos a sus aliados luchadores.
Con la mirada puesta en el futuro y el carácter firme ante sus compañeros, Rodrigo Salomón encontró la fórmula para que estemos presentes en la ronda de semifinales y encontrar el equilibrio sureño.
Los generaleños están brindando toda su compañía para darle fuerza guerrera a cada luchador, para que siempre se mantenga la ilusión y la fé intacta a la hora de las grandes definiciones del campeonato.
Este es nuestro club, y no importa la distancia que haya que recorrer para vestir sus colores, cada día nos acompañan más corazones sureños para dejar su vida en la institución y transformar la vida en un gol del Pérez Zeledón.
Los años fueron pasando, los guerreros fueron cambiando, pero la magia del Zeledón aún sigue estando
No nos olvidemos del pasado, ni nos olvidemos del presente, pero a los sureños alentémoslo siempre.
Todos juntos con garra y corazón acompañaremos desde el Valle hasta el Cerro Chirripo. . .
Fernando Mérida (relator)
El pueblo en las graderías acompañaba a los guerreros del sur para llegar al gol con sus himnos.
La voz del general era la misma que la del capitán Rodrigo Salomón cuando ordenaba la defensa manteniendo al equipo sureño despierto, mientras que su gente flameaba la bandera del Zeledón.
Pintados de celeste de cielo y azul de amor pelearon con lealtad cada batalla que se presentaba haciéndose grandes como su historia, como su gente, y como su corazón.
Por el campo de juego corre el balón y por las venas de cada guerrero corre sangre de campeón.
El sentimiento sureño se dibuja en cada rostro cuando el equipo entra al espectáculo para afrontar una nueva lucha de noventa minutos, con goles como frutos de generación en generación.
Si nuestro equipo jugara en el cielo, moriríamos por verlo una y otra vez hasta alcanzar los sueños que tenemos y que tanto esperamos que se cumplan.
El barco del Pérez Zeledón está con buen destino futbolístico respaldado por su capitán Salomón, un eslabón muy importante a la hora de transmitir sus conocimientos a sus aliados luchadores.
Con la mirada puesta en el futuro y el carácter firme ante sus compañeros, Rodrigo Salomón encontró la fórmula para que estemos presentes en la ronda de semifinales y encontrar el equilibrio sureño.
Los generaleños están brindando toda su compañía para darle fuerza guerrera a cada luchador, para que siempre se mantenga la ilusión y la fé intacta a la hora de las grandes definiciones del campeonato.
Este es nuestro club, y no importa la distancia que haya que recorrer para vestir sus colores, cada día nos acompañan más corazones sureños para dejar su vida en la institución y transformar la vida en un gol del Pérez Zeledón.
Los años fueron pasando, los guerreros fueron cambiando, pero la magia del Zeledón aún sigue estando
No nos olvidemos del pasado, ni nos olvidemos del presente, pero a los sureños alentémoslo siempre.
Todos juntos con garra y corazón acompañaremos desde el Valle hasta el Cerro Chirripo. . .
Fernando Mérida (relator)
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